El sainete fue uno de nuestros primeros géneros. Aquel que dieran vida autores como Carlos Pacheco, Alberto Vacarezza, Florencio Sánchez, Laferrere y Payró se convirtió en la mejor representación, la más autóctona que tuvo nuestro teatro, influyendo posteriormente en la obra de dramaturgos como Armando Discépolo e incluso, hoy en día, Mauricio Kartún.
Inspirado por el teatro español, e influido por la cultura de variete circense que llegaba con los inmigrantes europeos de bajos recursos, el sainete es como un costumbrismo llevado al ridículo. Nacido entre los muelles de Buenos Aires, mezclado con el tango y las pinturas de Quinquela Martín, su barrio más emblemático fue La Boca, especialmente los conventillos, en donde la ausencia económica inspiraba a los artistas y bohemios a llevar adelante sus pasiones más románticas y representarlas artísticamente.
El sainete fue tan popular en aquella época como olvidado hoy en día. Por eso, se debe celebrar el arribo de una comedia como La pasión de Toto, que más allá de los colores con los que uno haya sido criado, es el mejor reflejo de aquella época y de sus representantes iconoclastas que hay hoy en día en la cartelera porteña.
La excusa del texto de Grilli es el fútbol, obviamente lo que representa en aquel barrio la rivalidad entre xeneises y millonarios. Don Toño, un abuelo de típica sangre italiana, apasionado de pies a cabeza sueña con que su nieto Fermín, vista los colores de su alma. Tiene una prueba futbolística en puerta, y nada haría más orgulloso a su padre y el viejo Toño que el niño sea un ídolo de la hinchada boquense. Pero Fermín, quién está entrando en la pubertad, poco interés –y talento- tiene para entrar en el Club. El pequeño tiene aires empresariales y pinta camisetas blancas con una banda colorada para vendérselas a un acaudalado médico del club adverso, que sale con su maestra particular.
Una serie de confusiones alborotará a todo el barrio, que con sus estereotipos, típicos del sainete, comenzará a soñar con una oportunidad para salir de la miseria económica para tener un mejor futuro.
Maximiliano Cesto propone una comedia de situaciones que no dan respiro. Acciones que se suceden con algunos gags muy efectivos y control completo del género, pero también con una melancolía y reflexión acerca de las tradiciones filiales y nacionales que se perdieron. El respeto por las instituciones y la crítica hacia la cultura machista imperante en aquellas décadas forman parte del trasfondo que propone La pasión de Toto, que más allá de la nostalgia, también rinde tributo a las glorias de antaño del club azul y amarillo.
Un elenco sin fisuras, con mucha química que explota cada diálogo en función de conseguir el mejor gag, es acompañado por un pareja tanguera y una pequeña orquesta en vivo, que embellece y da necesario respiro al frenético ritmo tragicómico que se sucede en el escenario.
La pasión de Toto es un equilibrado nexo entre presente y pasado. La reconciliación de generaciones que miran el pasado y sueñan con un futuro. Con una puesta minimalista escenográficamente, pero prestándole atención a detalles de iluminación y dirección artística, cada integrante de esta comedia desempeñan un magnífico trabajo para llevar al pueblo –bostero o no- un fragmento de la historia teatral de nuestro país.
TEATRO LA COMEDIA en Rodriguez Peña 1062, con entradas desde $ 350,00, los Miércoles a las 21:00 hs.