Al recurrir a recuerdos de la infancia las personas podemos encontrarnos con los motivos que nos ayudaron a elegir el rumbo. En mi caso, desde que era un niño de primaria, me interesaron los temas políticos.
En concreto me interesaba el por qué de la política, para qué serviría la política a la sociedad. Al pasar el tiempo esos temas fueron madurando y pasaron a ser cuestionamientos más profundos, allí aparecieron las preguntas sobre cómo la política aplicada aporta al crecimiento de una sociedad y cómo se construye un esquema para el desarrollo cultural de los pueblos.
En esa revisión de recuerdos se presenta claramente en mi memoria el año 1973, cuando Cámpora llega al poder derrotando al Chino Balbin y a un incipiente Manrique. Allí empecé a entender algunas cosas que, con mi profesión de abogado -noble oficio-, me enseñaron la importancia del contacto con la problemática de la gente.
Y la realidad indica y ha indicado siempre, que los políticos erraron o soslayaron el verdadero punto de partida para una sociedad mejor.
A día hoy podemos escuchar casi las mismas promesas que se escuchaban por los años 70, 80, 90, etc. Políticas económicas, políticas fiscales, planes, economía planificada, economía libre, en fin, todo el universo conocido.
Lo que no sucedió jamas, es que lo políticos se hayan ocupado de hacer entender a la población, en su rol de comunicadores e intermediarios, que ninguna política funciona si la familia, célula de la sociedad y base de todo proyecto, no produce valores.
Este breve razonamiento, traído de recuerdos de antaño, lleva a esta triste conclusión, indica que los señores de la política, quienes deberían portar valores como ejemplo, no tienen una idea real de la importancia de los mismos.
Poner el énfasis en los valores familiares, en la sobremesa, en las cosas simples, en escuchar, en contener, en ser solidarios son prácticas que se nutren desde la socialización primaria del individuo, proceso que se da en la familia.
Si lográramos como sociedad que eso suceda en cada familia, el fruto de esas familias serían ciudadanos con convicciones profundas difícilmente negociables, de esta manera, todos contribuiríamos a hacer un pais mejor.
Construir una base solida en valores aprendidas de la cultura de la cuna familiar formaría personas con valores, lo que resultaría en políticos con valores. En términos del siglo 21, por default, los políticos serían como deberían ser y trabajarían por lo que deberían trabajar.
Allí esta la clave. El resto viene solo...