Pero esta incorrección también continúa la tendencia de que la moral políticamente correcta de Hollywood sobrepasa las leyes del gobierno entrante. El orgullo de los estadounidenses de expresar su libertad de pensamiento y diferenciarse de la ideología gubernamental sobresale a niveles casi hipócritas, otorgando la estatuilla a un film arriesgado en vez de un tributo a los musicales de antaño con catarsis romántica incluida.
¿Es acaso el fin definitivo de las premiaciones a los films glamorosos? Recordemos que Luz de luna tuvo un presupuesto de solo un millón y medio de dólares, y un elenco conformado, prácticamente, por no figuras. Casi lo opuesto a La La Land, que si bien, tuvo un presupuesto relativamente bajo, era un film con dos figuras convocantes, atractivas en medio de una historia romántica bastan te clásica.
Sin embargo, hace ya bastantes años que el film con mayor cantidad de nominaciones y galardones no gana como mejor película. En cambio, el reconocimiento va para producciones más independientes y políticas.
El año pasado En primera plana solo había ganado como mejor guión original, mientras que Mad Max acaparó todos los premios, y El renacido, de González Iñárritu, la mayor nominada, solo se llevó los rubros de actor protagónico, director y fotografía. Y aún así, En primera plana, film menor e independiente, se impuso por su denuncia social, y aún con menos méritos que la película de George Miller.
En 2014, la principal ganadora fue Birdman, pero la más nominada que se llevó la mayoría de los rubros técnicos fue El gran hotel Budapest. Por otro lado, en el 2013, la película más nominada fue Gravedad que fue derrotada en los principales rubros por 12 años de Esclavitud, confirmando que el discurso es más relevante que la espectacularidad.
Esta “maldición” del cine de género y más mainstream parecía que se iba cortar este año, y un film, aparentemente más superficial y bienintencionado le ganaría al duro drama de connotaciones sociales. Pero no fue así. Luz de luna se impuso con integridad, aunque hubo que sufrir hasta conocer el resultado final.
En una era que recién comienza y tiene a vilo a todas las figuras –especialmente a los mexicanos, árabes e iraníes- Hollywood responde con esa rebeldía de cartón que la caracteriza. Y los méritos que tiene Luz de luna –que son muchos, e incluso, superiores a La La Land- no serán recordados por su riesgo artístico, sino por su discurso antisistema. Una verdadera lástima. Aún así, el film de Damien Chazelle se va a convertir en un clásico mucho más rápido que el de Jenkins.
Los Oscars 2017 ya son historia. Es muy probable que el paso accidentado de Kimmel sea olvidado rápidamente. Durante una semana solo se hablará del blooper de Warren Beatty, y después de mayo, tendremos Cannes y la carrera por el Oscar, volverá a empezar.