El pasado como dramaturgo de Kenneth Lonergan –director de Podes contar conmigoy Margaret- se evidencia en Manchester junto al mar, ganadora de dos premios Oscar al mejor guión original y mejor interpretación masculina protagónica para Casey Affleck. Heredero de la prosa dramática de Tenesse Williams y Arthur Miller, Lonergan comprende que no hay mejor ámbito para desarrollar conflictos -y explorar técnicas dramatúrgicas- como el familiar.
Lonergan investiga como narrar el pasado desde el presente utilizando el mínimo posible de recursos discursivos para explicar los conflictos en pretérito. Apela a la información precisa para no ser redundante ni explícito y a flashbacks que complementan la información del presente, sin perder intensidad dramática. La mayor parte de la acción pasa a través de los ojos de Lee, -Affleck- un introvertido encargado de departamentos que vive de hacer trabajos de plomería y electricidad para los vecinos. El temperamento de Lee es irregular y antisocial. Su rutina se modifica cuando recibe la noticia de que su hermano - Kyle Chandler, que comparte apellido con su personaje- falleció de una enfermedad coronaria. Lee debe viajar a Manchester, su pueblo natal, para ocuparse de los trámites pertinentes ya que es el familiar más cercano de su hermano.
El director se toma su tiempo para presentar a Lee en su totalidad, describiendo poco a poco los conflictos que lo llevaron a huir de Manchester, este paraíso pesquero en donde se crió junto a su hermano. Durante esta hora que conlleva también la presentación de la localidad, que tiene un rol casi protagónico, Lonergan va dispersando pistas sobre el doloroso pasado de los Chandler, pero recién cuando presenta el primer verdadero punto de giro en la historia de Lee, exhibirá al mismo tiempo –y con un inteligente uso de los flashbacks- el verdadero motivo que obligó al personaje a emigrar, a comportarse erráticamente y a tener un dilema sobre el conflicto actual que debe enfrentar.
Clásica y moderna, Manchester junto al mar, hace énfasis en el dolor y la pérdida, pero en lugar de hablar del duelo del presente –que no representa un verdadero dolor porque era esperable- la que quedó en el pasado y nunca cerró. Los dos protagonistas, Lee y su sobrino Patrick –notable Lucas Hedges- deben construir una relación pensando en el futuro, pero sin haber superado las cicatrices del pasado.
El guión de Lonergan evade los lugares comunes y no va en busca del sorpresivo golpe de efecto. El drama es omnipresente. Sí, se trata sobre cómo encarar una segunda oportunidad, pero también de las dificultades que eso conlleva. Ambos personajes enfrentan dilemas relativos a la búsqueda del amor, pero mientras uno está abierto a nuevas experiencias –un típico coming of age- el otro directamente está negado a abrirse sentimentalmente, hasta que Lonergan presenta uno de los climax más intensos que se hayan visto en los últimos años, con una duración realmente escasa de minutos, pero inolvidable, al punto que le valió a Michelle Williams, varias nominaciones como actriz secundaria.
Posiblemente sea exagerado, pero la potencia de la escena es incuestionable. Lonergan apuesta por un lenguaje claro y sutil al mismo tiempo, sin subestimar la inteligencia del espectador. Al contrario, confía que puede crear diálogos incompletos que los espectadores sabrán rellenar sin necesidad de darles todo en bandeja. Su lenguaje audiovisual también es transparente y clásico, pero cinematográfico.
Lonergan comprende la relevancia de darle minutos a Manchester y su geografía para intensificar la tensión en medio de un paisaje tan crudo y pacífico, frío. La elección de temas musicales de Handel, también le aporta un clima desolador al relato.
Mención aparte para el increíble trabajo de Affleck, que atraviesa un arco de emociones con austeridad y parquedad, transmitiendo expresivamente numerosos sentimientos con una gestualidad mínima. Los pequeños aportes de Gretchen Mol y Matthew Brodericktambién merecen una mención de honor.
Relato de emociones duras y genuinas, sin situaciones forzadas, humana, cruda, con notables actuaciones, y retrato de personajes verosímiles, Manchester junto al mar debe ser el film con premios más justificados en décadas. Una pieza clásica e imborrable, fiel a la tradición literaria y dramatúrgica estadounidense.