El estrés es una reacción fisiológica de nuestro organismo que nos permite pelear o huir frente a una amenaza. Lo interesante y a la vez riesgoso es que este sistema reacciona igual frente a un ladrón armado, un león furioso, un jefe enojado o un vecino quejoso. También se despierta ante un examen una entrevista laboral o una primera cita amorosa.
El asunto es que el ladrón armado o el león furioso son amenazas reales a nuestra supervivencia mientras que las demás situaciones no lo son. Es decir no constituyen un peligro de vida.
Como los humanos tenemos un único mecanismo para defendernos frente a una amenaza este se activa igual ante una real que ante aquella que nuestra subjetividad interpreta como real.
Decimos entonces que el estrés percibido es una forma de filtrar el mundo. Nosotros somos algo así como un colador: simbólicamente lo que colamos tiene un antes y un después. Cambia se transforma al atravesar nuestra subjetividad.Diversos estudios señalan al estrés y a las emociones como potentes disparadores de ingesta. Es decir que una emoción negativa puede llevar a comer sin hambre real. Se trata de un mecanismo de afrontamiento. No necesitamos comida sólo calma pero nos llevamos comida a la boca porque sabemos que la comida nos ofrece esa tranquilidad que andamos buscando. ¿Por qué? Es simple: los alimentos disminuyen la hormona del estrés el cortisol.
El problema de tapar todo con comida
Desde pequeños nos acostumbramos a calmarnos con comida, en lugar de buscar otros recursos. O en otras palabras, en lugar de intentar hallar la solución apropiada para cada tipo de estrés o emoción que nos invade. Si nos sentimos solos lo mejor sería llamar a un amigo. Si estamos enojados lo apropiado sería resolver el conflicto que derivó en esa sensación. Si estamos nerviosos frente a un examen deberíamos estudiar más.
El problema es que la comida está siempre es una alternativa de fácil acceso. Y nos calma. Es como el tecito de la secretaria de la escuela cada vez que nos golpeábamos o peleábamos con alguien o nos dolía la panza. Algo así como un efecto placebo.
Para desandar esta costumbre de comer para tapar emociones o estrés la metodología No Dieta® propone los puntos de pausa se trata de parar la pelota y pensar si lo que sentimos es hambre real o emocional. Algunas estrategias que funcionan como puntos de pausa son de postergación, relajación, distracción, usar spray bucal, respirar, resolver juegos de mente, realizar manualidades, practicar actividad física, llamar a un amigo o familiar. En algunos casos es necesario recurrir a algún tipo de psicoterapia o fármaco que permita aliviar el estrés.
Lo importante es saber que las emociones no deben evitarse: son una guía para tomar conciencia de cómo estamos qué necesitamos cómo somos. Detectarlas y trabajarlas para que no afecten de manera negativa nuestra vida diaria es una tarea ardua pero en la que vale la pena involucrarse.