Alicia a través del espejo motiva la pregunta: ¿Que llevó a James Bobin a elegir este trabajo por encargo?
Es casi imposible pensar que un libro tan imaginativo y lisérgico, incluso polémico, de Lewis Carroll, con un universo fantástico, personajes alocados, pueda transformarse en una obra tan ausente de corazón, artificial, llena de preconceptos narrativos básicos, poco arriesgada, que apela continuamente a seguir una fórmula moralista, un entramado demasiado escrito, metafóricamente obvia y didáctica?
Si muchos criticaron la primera parte de Burton por apartarse tanto de la prosa de Carroll como de la creatividad de la clásica versión animada apelando a conflictos un poco sosos y sentimentalistas, esta secuela es incluso peor. Una obra oscura, densa, monótona, que confunde efectos especiales con imaginación, algo que evade en proporción de generar un éxito fácil. Conflictos dramáticos que parecen sacados de una telenovela. Personajes batallando por la conformación de un núcleo familiar. La sutil ambigüedad que le proporcionó Burton a los personajes, en la primera entrega, está completamente subrayado en esta secuela.
Acá ya no hay magia ni sueños. Hay mundos concretos, hay lógica, coherencia narrativa y personajes esquemáticos. Una película maniquierista y previsible que desaprovecha la fuente original. Nada más alejado de los libros de Carroll.
La película comienza en alta mar. Alicia es la capitana de un navío acechada por piratas. Gracias a su destreza para navegar, consigue salvar su mercadería. Un arranque que parece sacado de otra franquicia de la misma compañía: Piratas del Caribe. Ante la actitud misógina del hijo del fallecido socio de su padre, que se quiere quedar con la compañía y despejar a la protagonista del rango de capitana, Alicia se escapa y prefiere atravesar el espejo, para refugiarse en el país de las maravillas nuevamente, que no es tan maravilloso, ya que su amigo, el sombrerero se está muriendo.
Traumas infantiles irresueltos, familias separadas, padres que rechazan y castigan a sus hijos, hijos que se sienten rechazados y prefieren rebelarse y escaparse. El tiempo humanizado e interpretado como enemigo natural del hombre. No, no se trata de Bergman ni Spielberg. Es un producto Disney para toda la familia. Ni el colorido vestuario, ni los efectos especiales, el 3D o los caricaturescos personajes que no tienen el peso ni la profundidad de la primera parte, consiguen arrancar una risa, despegar el tono monocorde o las subtramas sobreexplicadas de un film fallido.
Las flojas actuaciones merecen una mención aparte. A pesar que Johnny Depp figura primero en los créditos, su participación es prácticamente nula. Incluso, este sombrerero, deprimido y oscuro, se parece más a Sweeny Todd que al personaje de la primera película. Sacha Baron Cohen, interpretando al “Tiempo” no hace ni más ni menos que una versión infantiloide de su eterno Borat. Ni Anne Hathaway o Helena Bonham Carter, le aportan algo distinto a sus reinas, que no hayan impuesto en el film previo, y lo que es peor, trabajan –como todo lo que sucede- en forma mecánica. Apenas, Mia Wasikowska, intenta sin demasiado éxito, poner el peso de la historia sobre sus hombros, pero está tan sola, que no logra sacarla adelante.
La guionista Linda Woolverton y el director James Bobin necesitan ayuda de El mago de Oz, porque a esta película le falta cerebro, corazón y valentía. Mucho efecto para nada. Alicia a través del espejo es una secuela innecesaria, aburrida, hecha a desgano, y todo eso se traduce en el decepcionante resultado final.