Cuando parecía que los X-Men
eran un tema agotado, Fox decidió contar los orígenes de los personajes, así
fue como nacieron los spin off de Wolverine y los primeros años de Charles
Xavier y Magneto. Si bien la calidad de los films protagonizados por Hugh
Jackman es inferior a los que que dirigiera en una primera instancia el
británico Matthew Vaugh, y posteriormente, Bryan Singer –en su regreso a la
franquicia- nadie puede negar que hay material para seguir exprimiendo.
Sin embargo, esta tercera
entrega de las precuelas, es, posiblemente la más esperada de toda la saga, y
en cierta forma termina siendo una de las mejores y una de las más
decepcionantes.
La historia comienza donde
terminó la película anterior, X-Men: Días del futuro pasado, en el Nilo, varios
siglos antes de Cristo, cuando los egipcios tenían el imperio más grande sobre
la Tierra. Ahí, el pueblo venera a un líder mutante llamado En Sabah Nur, mejor
conocido como Apocalipsis. Este ser combina diversos poderes mutantes porque su
espíritu es capaz de transportarse de un cuerpo viejo a uno joven antes de
morir, y de paso, adquirir sus poderes. En el prólogo del nuevo film, el futuro
villano, se traspasará al cuerpo de un mutante que no puede envejecer y es
inmortal –como Wolverine- pero será traicionado y sepultado durante varios
siglos, hasta que en 1983 logran desenterrarlo.
¿Por qué 1983? No hay
justificación, pero este super mutante, pretende dominar la Tierra e instalarse
en la mente de todas las personas, tengan o no el gen X. El contexto histórico
es apropiado: plena guerra fría, amenaza nuclear, guerra entre Estados Unidos y
Pakistan. Apocalipsis llega para erradicar el capitalismo y las armas, pero
también para destruir ciudades. Tendrá la ayuda de 4 jinetes entre los que se
incluyen una joven Storm y el némesis de los X-Men, Erik, también conocido como
Magneto, quién sufre la pérdida, nuevamente de su familia.
El grupo de jóvenes
estudiantes de la escuela de Charles Xavier, junto a Mystique y Bestia,
intentarán frenar los planes de Apocalipsis, así como rescatar a Magneto de su
poder.
Después de la caótica –en
términos narrativos- Días del futuro pasado, se aprecia que Apocalipsis tenga
un relato más lineal, aunque también más abarcativo. Prácticamente, se trata de
un film coral, cada mutante por su lado, intentando llegar hasta el villano de
turno. La mano de Bryan Singer como sólido narrador, consigue que la película
fluya y cada subtrama se consolide, dándole a cada personaje el desarrollo
apropiado y coherente. El talento de sus protagonistas aporta a crear verosímil
dentro de este universo de ciencia ficción.
Y si bien, el film se logra
sostener en lo que respecta al guión, termina decepcionando en lo que respecta
al villano per sé. Cada X-Men tiene su conflicto dramático. Ahí Singer
despliega la ideología y temática, no solo de los cómics creados por Stan Lee,
sino también de su propia filmografía. El bullying en los colegios secundarios,
el miedo y discriminación a lo diferente, la sombra del nazismo sobrevolando a
todos los personajes. No hay que olvidar que Singer dirigió dos interesantes
enfoques sobre el tema: El aprendiz y Operación Valkyria. Sin embargo descuida
un poco al propio Apocalipsis.
Posiblemente para el que no
leyó los cómics o nunca vio la serie animada, le parezca que el villano está a
la altura del film –también aparece Stryker nuevamente- pero lo cierto es que
el personaje no resulta ni tan poderoso ni amenazante como podría haber sido.
Esto no es culpa de Oscar Isaac, quién otra vez demuestra su versatilidad como
intérprete, sino de un trabajo más artístico. El verdadero Apocalipsis da
miedo, es invencible y sus raíces son un poco diferentes. A la vez, el
personaje pertenece al presente de los X-Men y no al pasado, pero esto es un
detalle menor. Singer y Simon Kinberg –el guionista- se toman libertades que
le juegan en contra al film y al personaje, y por lo tanto terminará
decepcionando a los fieles fans.
Por último en términos
cinematográficos, Singer también aporta humor y aprovecha a rendir homenaje a
la cultura y música ochentosa, lo que le quita –por momentos- al film esa carga
pretenciosa y moralista. Pasar de una secuencia dramáticamente “potente” a un
clip musical con Quicksilver –Evan Peters- rescatando a los jóvenes X-Men con
el fondo sonoro de Annie Lenox y “Sweet Dreams” es una jugada un poco desprolija
y forzada, pero condiciona a quitarle solemnidad al film, aún cuando ya utilizó
este recurso en el film anterior con el mismo personaje salvando a Magneto en
el Pentágono.
Luces y sombras de un film
donde prevalece el entretenimiento y la fantasía, sin dejar de lado una
superficial crítica política, X-Men: Apocalipsis consigue su cometido, y sigue
abriendo puertas a interesantes potenciales secuelas.