En el transcurso de la historia culinaria de la humanidad, la continuidad ha superado en muchas instancias y a gran distancia al cambio. Y ésta ha sido la realidad en Taiwan, que a pesar de su pequeño tamaño, ha preservado su cocina original y ha añadido nuevos ingredientes que reflejan la evolución histórica de su pueblo.
En los últimos cuatro siglos, Taiwan fue dominada por los holandeses, españoles y japoneses, impartiendo una riqueza cultural que se ha amalgamado exquisitamente en su cocina.
Los aborígenes, habitantes originales de la isla antes de la llegada de los chinos han, utilizaron ingredientes naturales en su dieta diaria, tales como el mijo, el ñame y la batata. Posteriormente, la llegada de los primeros inmigrantes de las provincias de Fukien -Fujian- y Kwangtung -Guangdong- trajeron consigo el sabor casero de la comida de Fukien, convirtiéndose en la fuente original de la comida taiwanesa, con un sabor más ligero y suave.
Posteriormente por causa de conflictos bélicos, la llegada de los hakkas trajo consigo la introducción de alimentos con sabores más fuertes, salados, fragantes y grasos. Algunos de sus platos han adquirido una posición permanente en la cocina taiwanesa, como el caso del cerdo cocido al vapor con hojas de mostaza encurtida.
Otro período que influyó mucho en la conformación de la actual cocina taiwanesa fue aquél de la ocupación japonesa -1895 - 1945-, que introdujo muchos elementos propios de su cocina.
Hoy, la cocina taiwanesa incorpora la integración de sabores que imparten la salsa de soya y otros ingredientes peculiares de la región. Se basa en los principios fundamentales de la leña, el arroz, el aceite, la sal, la salsa de soya, el vinagre y el té como elementos esenciales para preparar todos los platos a servir en la mesa.
En la actualidad, como consecuencia de la presencia de trabajadores extranjeros, sumado a motivos matrimoniales, se han agregado a esta cocina los sabores peculiares del Sudeste Asiático, logrando con ello una cocina taiwanesa mas completa y pluricultural.
Foto: Gentileza Virginia Zubieta